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viernes, 10 de abril de 2015

Crítica: Las últimas horas (These Final Hours)


Título original: These Final Hours 
Fecha de estreno: 31 de julio de 2014 (Australia)
País: Australia
Director: Zak Hilditch
Guión: Zak Hilditch
Reparto: Jessica De Gouw, Nathan Phillips, Sarah Snook, David Field, Angourie Rice, Daniel Henshall, Kathryn Beck, Lynette Curran, Lauren Thomas
Duración: 87 minutos

Al fin ocurre: un asteroide impacta contra la Tierra, en el Atlántico Norte. La destrucción arrasa con todo, pero los efectos tardan 12 horas en alcanzar el lado opuesto del planeta, dando a los habitantes de Australia tiempo, demasiado tiempo, para esperar un final cierto e inevitable.

Con la anterior premisa, Zak Hilditch construye la historia de James (Nathan Phillips), un tipo normal que, como el resto de australianos, se entera vía medios de comunicación de que el fin del mundo ha llegado y de que tiene 12 horas para hacer lo que quiera que sea antes de que todo lo que conoce desaparezca bajo un muro de fuego. James, Jimmy, está con su amante (Jessica De Gouw) en una casa al lado de la playa cuando conoce la noticia. Inmediatamente toma la decisión de iniciar un viaje para encontrarse con su novia (Sarah Snook) y participar en la última fiesta que conocerá, pero en medio del caos y la locura se toma la molestia de salvar la vida a la joven Rose (Angourie Rice), cambiando el sentido y final de su viaje.

James es un tipo duro, un bala perdida, que se ve completamente superado por lo repentino de la situación y por sus propios problemas. En medio de un escenario dantesco, donde el orden, el sentido común, el raciocionio y los valores que definen a una sociedad civilizada quedan definitivamente abolidos, Jimmy busca un último sentido, una forma adecuada de vivir sus últimos momentos, una manera de morir que ni siquiera tiene que ser digna, pero sí en consonancia con uno mismo, como en la fiesta final donde se encontrará con su novia. La aparición de la joven Rose, con sus propios problemas y planes para el momento final, trastocan lo que resta de vida a James, haciéndole replantearse con quién y dónde quiere estar cuando llegue el fin.

Las últimas horas pertenece a esa clase de películas donde los personajes se ven abocados a un final cierto e inevitable, sin ninguna posible esperanza, y más concretamente al género de "películas del fin del mundo", como la estremecedora La carretera (The road), de John Hillcoat, donde en clave bastante distinta se afronta un tema similar. Esa sensación de inminente final, de pérdida definitiva, de imposibilidad de salvación, pesa como una losa sobre toda la película y sobre los personajes, los marca durante cada minuto del metraje y guía sus acciones. Un anónimo locutor de radio nos va recordando cuánto queda para la llegada del muro de fuego y va salpicando la cinta con sus reflexiones. A lo largo de la película James y Rose se van encontrando con personas con diversos comportamientos ante la llegada de un final así: gentes completamente enloquecidas y desquiciadas, personas normales convertidas en criminales de última hora, masas entregadas sin vuelta atrás a los últimos placeres de la droga y el sexo, aquellos que deciden adelantar el final y el de sus allegados para evitar lo que se supone será una horrible muerte, los que se agarran desesperados a la religión y finalmente los que serenamente aguardan lo inevitable.

Los personajes están correctamente perfilados aunque tienden a ser estereotipados y sin llegar a ser profundos sí nos transmiten lo que sienten, la angustia, el dolor y los pocos buenos momentos de sus últimas horas. El paisaje, la foto, las situaciones... son un elemento más que anticipan la llegada del final.

Las últimas horas definitivamente no es una película para almas sensibles e impresionables. Acaba dejando mal cuerpo si uno le da demasiadas vueltas, si uno se para a pensar lo que significa cada vez que James se despide de alguien o lo que va viendo en su viaje, en la aparente falta de sentido de cualquier acción durante esas últimas 12 horas, sin posibilidad de dejar un legado, una marca, nada que perdure, nadie que nos recuerde, nadie que juzgue lo que hayamos hecho en los últimos momentos. Tampoco ayuda a saber que es realista en el sentido de que un impacto de asteroide es improbable pero no imposible, que sus efectos serían los que se describen en la película y que la destrucción, viajando a la velocidad del sonido, tardaría ese tiempo en alcanzar el extremo opuesto del planeta.

Ahora ya puedes ponerte a pensar qué harías si supieras que tienes 12 horas antes de que todo lo que conoces llegue a su fin.

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